El rol de Bill Skarsgård como protagonista de El cuervo, nueva adaptación del cómic de James O'Barr, bien podría ser uno de los que mejor representa sus cualidades como actor: una figura que puede generar simpatía, pero también inspirar terror y, además, ejecutar impactantes secuencias de accion. Lo consigue como Eric, el alma vengativa condenada a no morir hasta impartir brutal y despiadada justicia.
Incluso en roles dramáticos más convencionales, Skarsgård consigue ser inquietante de una forma vulnerable. En El diablo a todas horas, adaptación de la novela homónima de Donald Ray Pollock, interpreta a Willard, un hombre que ha visto los horrores de la Guerra, pero que debe someter su corazón y su fe en un intento inútil por salvar la vida de su esposa enferma. Sin embargo, es consumido en el proceso, convirtiéndose en una figura violenta y represiva.
Gracias a su versatilidad (y un peculiar talento para mover sus ojos de formas que no deberían ser posibles), Bill Skarsgård ha brillado particularmente en el género de terror. Ante la nada envidiable tarea de encarnar al temible payaso Pennywise en una nueva adaptación de It (Eso) de Stephen King, el actor logra mantenerse a la altura del legendario Tim Curry, quien inmortalizó al personaje en la miniserie de televisión.
Su reputación en el terror ha sido tal que el actor ha tenido la oportunidad de encarnar a otro de los monstruos más famosos del cine, su vampiro original y uno de los más icónicos de la historia: el Conde Orlok de Nosferatu, en su tercera versión ahora bajo la dirección de Robert Eggers. Y como ya dejan ver los avances, la singular corporalidad del actor será definitiva en su interpretación.
Como ya lo sugería El cuervo, el actor también se ha distinguido en el cine de acción, y ha logrado darse a amar tanto como odiar. En John Wick 4 sucede esto último, no tanto a punta de combatir, sino de enviar legiones de asesinos y otros obstáculos al protagonista de Keanu Reeves. Todo sin escrúpulos ni consideración por las víctimas colaterales.